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Competencia digital

  • Opinión
  • 20 oct 2016
  • 6 Min. de lectura

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Cierto día leí una frase de un genio que decía algo así como que “nada es absoluto, todo es relativo”… y puede que tenga razón: ni todo el negro, ni todo es blanco. No obstante, no quiere decir que no existan verdades absolutas y una de ellas es que el mundo está en constante cambio y que todas aquellas fórmulas que nos sirvieron en su momento poco después quedarían obsoletas… y esto se puede aplicar a todos los ámbitos de la vida como bien se explica en el libro de Spencer Johnson titulado “¿Quién se ha llevado mi queso?”.


No obstante, estamos aquí para hablar del tema que nos ocupa: educación. ¿Cuáles son las nuevas necesidades educativas de nuestra sociedad actual? Nos encontramos quizás en un cambio de era en la que la tecnología se antepone a cualquier tipo de material que no precise un cargador para funcionar… aquellas pizarras, aquellos libros ahora en su mayoría pasarán a ser electrónicos. Pero la verdadera revolución viene dada por otro gigante al cual denominamos Internet, esa llave maestra que abre la puerta a un mundo entero de posibilidades en materia de innovación educativa.


Con su llegada cualquiera que tuviera acceso a la red podría ya no sólo buscar información entre una infinidad de información si no que además se le daba la oportunidad de incidir en ella aportando ideas, compartir puntos de vista con gente de otros lugares del planeta rompiendo la barrera física y temporal… en definitiva, daba pie a un nuevo tipo de sociedad o más bien dos: por un lado, la sociedad del conocimiento imperada por todas estas personas capaces de autoabastecer sus ansias de conocer buscando por sus propios medios la información que desearan en la red, al mismo tiempo que la usen para estar en contacto con los suyos y no tan suyos, creando redes profesionales y sociales. Por otro lado, este tipo de sociedad desemboca en otro término paralelo que es el de sociedad líquida, término acuñado por Zygmunt Bauman que la define como aquella sociedad donde las condiciones de actuación de sus miembros cambian antes de que las formas puedan consolidarse en unos hábitos y en una rutina determinada.


¿Qué supone todo esto en términos educativos? Internet ha supuesto una revolución ya que nos abre infinitas posibilidades a la hora de innovar, pero no hemos de olvidar que es un arma muy poderosa, la información es poder y esta información anda por su libre albedrío por todos lados. La clave en sí no es la herramienta, si no el uso que hagamos de ella.


Esta nueva sociedad requiere de nuevas competencias, una dotación de herramientas, conocimientos, capacidades, destrezas y habilidades, en conjunción con valores y actitudes, para la utilización estratégica de la información, y para alcanzar objetivos de conocimiento tácito y explícito, en contextos y con herramientas propias de las tecnologías digitales. Dicho de otro modo, tenemos que adquirir competencias digitales.


En los últimos 20 años la tecnología ha reorganizado la manera en que vivimos, cómo nos comunicamos y también cómo aprendemos. Los estudiantes entran en contacto con la tecnología a edades muy tempranas y empiezan a aprender de una forma muy diferente a cómo lo hicieron sus profesores. La educación formal no puede ya basarse en la simple memorización y reproducción de una información concreta, que se encuentra en un libro de texto. El estudiante está acostumbrado a la disponibilidad de nuevas tecnologías que utiliza a diario para el ocio y para satisfacer sus propios intereses de aprendizaje, aunque en general se pierde con el mar de información que existe en Internet y en discernir sobre la fiabilidad de la misma. Recibimos muchos datos e informaciones, pero no siempre la sabemos transformar en conocimiento (Bartolomé, 2001).


El objetivo educativo en el uso de la tecnología es mejorar la retención de un contenido y simplificar su verdadero aprendizaje. El éxito en el aprendizaje no depende de la selección de una herramienta 2.0 u otra, sino del uso que se haga de ella. De hecho, es totalmente posible que una clase sin usar estas tecnologías aprenda mejor los conceptos que una clase totalmente equipada con recursos tecnológicos. Si se usa una pizarra digital simplemente para proyectar las hojas de un libro de texto, no habrá ninguna diferencia en el resultado de comprensión de la materia que si se lee directamente del libro. Sin embargo, si se proyecta un vídeo que nos haga debatir en clase, quizás el uso de esa herramienta tecnológica tenga un impacto realmente positivo para comprender y retener mejor un tema complejo. La tecnología debe siempre apoyar nuestros objetivos educativos pero nunca liderarlos.


Antes decíamos que la clave era educar para adquirir competencias digitales, ¿pero cuáles son? Meritxell Viñas propone 10 competencias digitales:

  1. ¿Cómo y dónde buscar en Internet?: Internet es sin duda una gran base de datos de información académica esencial para la educación. Aprender a extraer información online de forma efectiva y saber cómo comprobar la fiabilidad de la información obtenida, es una habilidad importante a adquirir para iniciar cualquier aprendizaje.

  2. Capturar y gestionar información: Dada la dispersión de información en todos nuestros equipos, la búsqueda y el archivo de nuestros contenidos supone un reto de organización y productividad personal, que no siempre es fácil de gestionar. Una mala gestión de la información hace que no nos podamos aprovechar de ella y se duplique trabajo con frecuencia.

  3. Creación de lecciones multimedia: Tras la eficiente captura y organización de información, se consolidan los nuevos conocimientos, creando contenidos propios y añadiendo nuestras experiencias. La creación de presentaciones y contenidos multimedia ya no está limitada a informáticos y diseñadores gráficos. Cualquier profesor puede ahora crear lecciones interactivas con suma facilidad, para facilitar el aprendizaje de un tema complejo.

  4. Trabajar en equipo y colaborar en línea: Establecer un espacio de comunicación y colaboración en red con alumnos, padres y la comunidad docente es muy útil para el desarrollo de un plan de estudios. Gracias a las herramientas sociales y las plataformas online se crean espacios virtuales que permiten desarrollar proyectos y facilitan el trabajo en equipo a través de debates, comentarios y foros de discusión.

  5. Gestionar y controlar nuestra huella digital: quizás una de las más importantes, pues nuestras huellas digitales están en todas partes en Internet. Cada vez que se deja un comentario en un blog, se cambia la foto del perfil o se comparte un artículo en una red social, una base de datos ha archivado esta actividad. Si no se toman las riendas y se actúa con responsabilidad, se deja al azar que otros proyecten una personalidad equivocada y perjudicial de nosotros sin saber que está sucediendo. La identidad online de una persona se ha transformado en sinónimo de su identidad en la vida real, aunque no sea verídica.

  6. Participar en las redes sociales: El docente de forma proactiva construye su identidad en la web aportando textos, imágenes y vídeos a Internet, pero también participando en las redes sociales y en la blogosfera de forma responsable. En Internet, realmente “más vale prevenir que curar” por la dificultad que supone borrar una huella digital negativa. Una buena estrategia es tener una actitud proactiva en la construcción de la identidad digital para facilitar hasta cierto punto que el propio nombre se muestre como uno desea.

  7. Entender derechos de autor: El docente que utiliza materiales creados por terceros (textos, imágenes, documentos, vídeos) sin respetar los derechos de propiedad intelectual, corre el riesgo de ser descubierto y dañar su reputación online, aunque apele al desconocimiento de esos derechos. Igualmente es importante que otras personas respeten nuestros derechos de autor. El trabajo creado con nuestro esfuerzo debe quedar acreditado a nuestra identidad digital y no diluido entre varias personas y sitios web en Internet.

  8. Conectarse virtualmente: La videoconferencia proporciona una nueva manera de conectar a los estudiantes y profesores más allá de las cuatro paredes del aula. Los profesores pueden realizar sus claustros de forma virtual y conectar con otros docentes de otros centros para conocer sus experiencias educativas. Como apoyo a la reunión, un asistente puede compartir la pantalla del ordenador con los demás, para mostrar una presentación o un vídeo y debatir los puntos claves.

  9. Crear y gestionar aulas virtuales: El uso de un aula virtual en los centros educativos es cada vez más extendido con el fin de crear un espacio en línea en donde profesores, estudiantes y en algunos casos padres, puedan interactuar, comunicarse y consultar contenidos educativos multimedia.

  10. Trabajar con tabletas: Para una gran mayoría de los profesores, las Apps de las tabletas cubren de sobras las necesidades técnicas, ahorrando tiempo de aprendizaje en la creación de presentaciones multimedia, edición de imágenes, grabación de vídeos, diseño de mapas mentales, encuestas y gestión de los alumnos en el aula.


¿Somos digitalmente competentes? Algunos lo seremos más, otros lo seremos menos. No obstante, os animamos desde Matyrecu a que cumplimentéis la siguiente encuesta en la que podréis comprobar vuestro nivel de competencias digitales ya que para continuar siempre hemos de saber de qué base partimos.

→ http://ikanos.encuesta.euskadi.net/index.php/survey/index


Finalmente, también queremos compartir con vosotros un curso TIC para educadores para todo aquel que, como nosotros, quiera adquirir las competencias digitales que demandan los tiempos para transformar tus clases y mejorar tus oportunidades profesionales.

→ http://www.cursoticeducadores.com/


 
 
 

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